miércoles, 12 de febrero de 2020

Bandeja de boquerón (I): Málaga bien vale una Copa




Suave otoño va amaneciendo.
Trémula aflora la ciudad.
Qué ala fresca para la sangre,
entumecida de soñar.
Vuelan las aves embriagadas
por la amorosa claridad,
y un brillo da a las cosas
una tierna serenidad.
Dulce prodigio cotidiano
de ver, oír, oler, andar,
de resbalar cálidamente
por esta luz, por esta paz;
de ir bebiendo zumo de horas,
el aire azul, la brisa agraz,
y el tibio seno de la tarde
calladamente acariciar.
Ya las almas van despertándose
de su trémulo entresoñar,
y nuestra piel abre sus labios
al don fresquísimo del mar.
La tarde tibia para el sueño.
La noche dulce para amar.
(“Otoño en Málaga y otros poemas”. José Luis Cano. 1955)






En 1982 llega a las salas de cine E.T El Extraterrestre, en 2001 aterriza en nuestros televisores Pau Gasol el Androide. Una alucinación anida espíritus imperecederos, haz de luz dibuja la silueta de una falange señalando el cielo. Veni vidi vici. Cáliz de fuego. 










De Wolverine a Muller Verona, sweet Lou en el Carpena de blanco sonreía hasta que el Barça de Dusko le cegara la vista en un capítulo el del 2007 sin drama ni chicha, gracias a Lakovic y Trias de nuevo el azulgrana en campeón se erigía.  



2014 y en respuesta a Oleson una obra de arte de Chacho al Real socorría. Llull y su mandarina. Éxtasis. Final onanístico, de súbita emoción, de suspiro contenido. Ríndase el aro y la red, Mirotic frota su lámpara de genio a los veintitrés y al Barça sometía. 
 








Narrativa con esmalte de epopeya, conjura de almas, gloria fugaz o acaso eterna. Es el relato de cada copa, terrenal ilusión óptica, viñeta animada con o sin corona. Guardián de las siete llaves y siete mares, solo el “octavo pasajero” tendrá acceso al cofre de los sueños.







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