lunes, 23 de marzo de 2020

Shai & Tatum, basket de terciopelo

¡Quién cabalgara el caballo
de espuma azul de la mar!

De un salto,
¡quién cabalgara la mar!

¡Viento, arráncame la ropa!
¡Tírala, viento, a la mar!

De un salto,
quiero cabalgar la mar.

¡Amárrame a tus cabellos,
crin de los vientos del mar!

De un salto,
quiero ganarme la mar.

(Rafael Alberti)




Criado en Ontario y formado en Chattanooga, de una envergadura de 6-11, solo equiparable en longitud al serigrafiado sobre el numero 2 al dorso de su camiseta, hoy relampaguea para Presti en la choctaw Oklahoma. 


De solo unos meses antes, San Luis (Missouri) se congratula en presentar de green pride a su nuevo estandarte, nada premonitorio, por cierto, de su dorsal 0. Moldeado por Coach K y seducido por Ainge. Ni los cien mil ojos de sus respectivos escapan a su encanto.  






A cada gesto, a cada movimiento, sinfonía armoniosa dónde se prohíben los lamentos. Es así como susurran al baloncesto Shai Gilgeous-Alexander y Jayson Tatum. Simbiosis coral de mente y cuerpo, como poseídos del don, ese que una sonrisa de jugón da vuelo. Porque todo lo que nace y muere de sus manos, su escenificación y presagio funde místicamente en un abrazo. Un abrazo con lo ameno y bello, de sutil aterciopelado. 




Finta, bote, pase o tiro. Reverso, proverbial giro. Un segundo de acción es puro relajo, goce para los sentidos. Sinceramente creo que hasta con muñones disfrutaríamos de lo que su lenguaje transmite, de su arte en movimiento. Porque los homenajes han de ser en vida y a ser posible alejado del foco de las estadísticas. Aquí mi reivindicación y tributo al frac como emblema de una nueva era. 





Shai y Jayson cabalgan los mares mientras nos sumergen en un Flow permanente.

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