martes, 28 de agosto de 2018

Ginóbili, tan simple tan hermoso


Blanca palomita que pasa volando 
rumbo a la casita donde està mi amor,
palomita blanca para un triste ausente
sos como una carta de recordación,
si la besara que adoro sìn decir que lloro
daría alguna idea de lo muy amargo que es vivir sìn ella
que es perder su amante calor  
(Carlos Gardel, 1930)







Era muy terco. Tenía que decirle ‘no puedes hacer esto, no puedes lanzar esos tiros’. Estos jodidos puristas…”. “Te dabas cuenta de que era más positivo que negativo. Es un obseso de la victoria, llegué a la conclusión de que eso tendría que ser más a su manera que a la mía”.

Contra el vicio de pedir, la virtud de no dar. O al menos eso pensó coach Popovich hasta darse de bruces con la realidad, alguien que de chico quería ser paloma. Emanuel, aquel niño enclenque del montón hacía tiempo ya que había dado el estirón. Lo hizo a los tiernos 20 en Córdoba con Estudiantes de Bahía en una noche para enmarcar, 38 puntos al zurrón con 9 triples de 12 intentos, y un aparatoso 144-123 en el electrónico. Era solo un relámpago de lo que estaba por venir, Messina dixit: 

Desde el primer momento en que vimos a Manu, mis ayudantes y yo sentimos algo distinto en él. Por su explosividad, fantasía, agresividad al hacer jugadas. Teníamos previsto que fuera suplente, pero al tiempo se encontró como escolta titular y desde ese momento se fue para arriba para arriba. Terminó la temporada como Mejor Jugador de la liga italiana y MVP de la Euroliga. Su ilusión por el juego, por ser un Spur, es lo que lo ha hecho seguir de la forma que lo hace. También el cariño que recibe, no sólo de la gente de Argentina y Sudamérica. Este año, cuando jugamos ante los Knicks, un grupo de hinchas empezó a gritar Manu, Manu y se contagió todo el estadio. Estadounidenses hinchas de los Knicks terminaron gritando su nombre, él metió un triple y la gente se volvió loca. Todos los aficionados del baloncesto lo quieren. Y lo más extraordinario de Manu es que es la misma persona que yo me encontré cuando era poco más que un jovencito. Es humilde, gran padre, gran esposo y siempre piensa en sus compañeros y en el equipo antes que en él mismo

Desde entonces una retahíla de logros jalona la vida de una mentalidad única e inequívoca, “jugamos juntos desde los 12 años. Y siempre me impresionó su determinación y perseverancia. Aunque nunca hubiera pensado que lograría ni el 10 por ciento de lo que consiguió. Es un gran atleta, pero hay miles como él. Es un gran talento, pero hay mejores. Pero sólo unos pocos en la historia están a su altura desde lo mental”. “Su principal legado es el de haber mostrado a las futuras generaciones la capacidad de entender este juego como algo colectivo, y que, a pesar de ser una estrella, siempre el equipo y sus objetivos están primero. Manu lo hizo en la Selección y en la NBA, y siempre será recordado por mostrar ese camino". (Pepe Sánchez)

Oveja Hernández, seleccionador albiceleste, subraya el término compromiso en la valoración sobre el “5” “El legado más grande que dejará es el de los desafíos cumplidos, impulsado por un enorme compromiso. Y no digo compromiso por los clubes en los que jugó o por la Selección, sino con lo que hace. Poca gente se compromete tanto con lo que hace como lo ha hecho Manu. Cuando muchos pensaban que 'hasta acá llegó' o 'más no va a poder' o 'es muy flaco' o 'está viejo' o 'no tiene tiro', él siempre iba desafiando todo eso a través de un aprendizaje permanente, de búsqueda de la excelencia para superar metas. Y no hace falta recordar todo lo que logró. Uno dice 'Ginóbili', y ya está. Es casi un adjetivo. Yo, por ejemplo, uso la palabra NBA para señalar la excelencia de algo. Y cualquiera podría decir 'Ginóbili' para lo mismo. Mesiánico, maradoniano, ginobiliano”.

Por rescatar a modo de píldora un par de momentos culmen en la carrera de Manu nos retrotraemos al periodo 2004/2005. En Atenas logrando in extremis la cesta que restañaba la herida serbia, de paso la suya propia al no haber logrado nunca superar al gigante de Córdoba, aunque fuera en la lejana Grecia. Con idéntico halo de venganza al protagonizado justo una década después ante los Miami Heat, tras el trance más amargo de su carrera “Hay como una línea fina. Como una línea fina entre estar celebrando y tener un buen verano, y sentirse una mierda y estar decepcionado” y sus 8 pérdidas de balón en el Game 6. 





En el séptimo partido en Detroit de las NBA Finals asistiríamos al torbeGino, un último cuarto con 11 puntos anotados, 6 de ellos en el clutch time, para reverdecer no tan viejos laureles.






Su dorsal “20” era sintomático de un ratio de popularidad que multiplicaba el del “10” por antonomasia del deporte argentino. Nunca más acertada la columna de Bruno Altieri en ESPN para definir, si ha lugar acaso, al genio:

Un jugador imprevisible en un terremoto de jugadas esperables.  A los 16 años, la gente se tapaba los ojos en Bahiense del Norte en cada una de sus arremetidas en la zona pintada; era flaco, desgarbado, chiquito. Pero iba. Siempre. Una perseverancia desmedida, una obstinación recurrente que rayaba en locura. Donde los demás veían peligro, él veía oportunidad.

Los zurdos siempre poseen algo especial, una mirada oblicua que les permite girar el escenario, ponerlo de revés. Ginóbili tiene un lado zurdo de la vida que es mucho más que su mano izquierda. Es una forma de enfrentar las cosas, de hacerlas propias. Rompe con las leyes tradicionales a partir de la fortaleza mental. Un convencimiento que permite fragmentar barreras, desafiar un orden establecido, trascender límites tajantes para dibujar nuevos. Observación de lince para encontrar un hueco que los demás no vieron. Sagacidad del tigre para esperar a que la presa pise la trampa para sacar ventaja.

Ginóbili es un verdadero impostor. Un perro que cojea; cuando parece que está lastimado, dolorido, terminado, es cuando aprovecha para lastimar en serio. Es el mayor peligro, porque siempre hay una jugada más, un truco más, una vida más. Por repetición resulta irritante: utiliza el cuerpo del rival como una cama elástica para separarse y encontrar el lanzamiento. Tira triples en jugadas que dictan otra cosa. Encuentra pases lacerantes, absurdos, excéntricos con la precisión de un cirujano, en momentos trascendentales en los que todos demoran ante la duda de si hay que cortar el cable rojo o el verde.

Si los Spurs fuesen una obra de teatro, Ginóbili tendría por siempre las líneas que levantan al público. El carisma es algo que no se entrena. Es lo que permite el disfrute en el éxtasis del triunfo y el perdón en la agonía de la derrota. A la misma escala”(30 abril, 2014).

Como corolario a la bendición de toda una generación  por parte del baloncesto internacional, que mejor que Mike Krzyzewski, coach redentor del USA Team: "No hay palabras. Es un jugador del Salón de la Fama y un competidor del Salón de la Fama. Es un competidor tan feroz como ningún otro que me haya enfrentado en mi carrera como entrenador internacional. Nunca ha habido alguien completamente como él. No ocupa una posición, sino que puede jugar en todas y con el corazón y la entrega que ha demostrado, nadie puede representar a su país mejor que Manu Ginóbili. Fue un honor competir contra él. Todo nuestro grupo tiene el máximo respeto hacia él(JJOO Río 2016)




Personalmente haber podido seguir la carrera de Ginóbili y haber podido disfrutar de su baloncesto es todo un privilegio. Acá una dedicatoria: 


De Andino la Rioja al Osvaldo Casanova
de Estudiante en Bahía Blanca a doctorado en Bologna
de V nere a draft de 1999
y en el Álamo una espuela de ambigüedad latente.
Improvisado zigzag lacerante
hacia el aro premonitorio
de una era albiceleste sagrada
bañada en mar de oro.
Melena corta el viento
envuelta en ráfaga de aire
resuello de ardor guerrero .
Calva reluciente de sutil movimiento
siempre atrevido y lúcido
por bondad un gesto.
Inoportuno intruso en almas
ladrón de sentimientos
Manu Ginóbili sos eterno.





En la primavera de 1983 The Police asombraría al mundo con el tema “Every Breath You Take”. Con 6 años Emanuel lo descubriría como banda sonora de una vida pegada a una pelota naranja. En la primavera de 1997 Ginóbili se mostraría al mundo para asombro de todos.

Cada aliento que tomes, cada movimiento que hagas, cada atadura que rompas, cada paso que des, te estaré observando. Cada día, cada palabra que digas, cada partido que juegues, cada noche que te quedes, te estaré observando. Oh ¿no puedes ver que me perteneces? 






"Me encanta su juego, es el jugador que vino de Europa más divertido para ver y lo importante es que es uno de los jugadores más entretenidos para ver en la NBA" (Magic Johnson, 2004)



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